Archive | January, 2013

Fenomenología del otro desde su ausencia

11 Jan

‘Fenomenología del otro desde su ausencia’, puede servir como título, pero la idea sobre la que quiero reflexionar es un poco más compleja y difícil de captar en un título. Refiero primero a dos textos emblemáticos, uno de Agustín, el otro de Julián Marías. No cito la totalidad de cada texto, sino pasajes pertinentes, como para dar una idea del asunto y pie para mi propia reflexión.

Agustín, tras la muerte de su amigo:

“¡Con qué dolor se entenebreció mi corazón! Cuanto miraba era muerte para mí. La patria me era un suplicio, y la casa paterna un tormento insufrible, y cuanto había comunicado con él se me volvía sin él cruelísimo suplicio. Buscábanle por todas partes mis ojos y no aparecía (et non dabatur). Y llegué a odiar todas las cosas, porque no le tenían ni podían decirme ya como antes, cuando venía después de una ausencia (quando absens erat): ‘He aquí que ya viene’. Me había hecho a mí mismo un gran lío (factus eram ipse mihi magna quaestio) y preguntaba a mi alma por qué estaba triste y me conturbaba tanto, y no sabía qué responderme. Y si yo le decía: ‘Espera en Dios’, ella no me hacía caso, y con razón; porque más real y mejor era aquel amigo queridísimo que yo había perdido que no aquel fantasma en que se le ordenaba que esperase. Sólo el llanto me era dulce y ocupaba el lugar de mi amigo en las delicias de mi corazón” (Confesiones, 4.4.9; trad. Ángel Vega).

Y Julián Marías:

“La muerte de la persona que para mí radicalmente lo es –sobre todo de la persona amada, que no es sino persona– resulta ininteligible y, en cierto sentido, increíble. Cuando Gabriel Marcel dice: ‘Toi que j’aime, tu ne mourras pas’, tú a quien amo no morirás, está expresando en forma ejecutiva, convivencial, esta misma intuición. La muerte personal es enteramente ininteligible desde la biología, porque yo soy absolutamente irreductible a mi cuerpo –tan absolutamente como soy corpóreo” (Antropología metafísica, Cap. XXIX, final; p. 216 en Alianza).

Que el otro, el cercano, el amado, haya muerto, esté muerto, ¡es increíble! ¿Por qué? Sin duda, el otro sigue vivo conmigo, sigue viviendo en mí. Pero, ¿por qué? ¿Esto qué quiere decir?

Me parece que la ausencia que se da en la muerte del otro, que revela a la vez de un modo contundente también su presencia, puede pensarse mejor si en la reflexión tomamos distancia de la muerte como tal. Al hacerlo así, entendemos que el otro se me presenta en la cotidianidad como un tejido de presencias y ausencias, y que cuando muere, la ausencia ya no se ve correspondida por una presencia posible. Pero esto es algo diferente. Ya en vida, entonces, debemos asumir al otro no como sólo presencia, sino también como ausencia. Ser otro, a diferencia de ser yo mismo, significa que el ser (ens) del otro se me constituye como un entrelazamiento de ausencia (absens) y presencia (praesens). Que el otro viva es algo que nunca debe reducirse a su mera presencia, ni siquiera posible. Sólo cuando entendemos que la vida del otro está esencialmente marcada por la ausencia estamos en posición de empezar a comprender su vida como otro.

Ahora, volviendo a la cuestión de la muerte, resulta igual de claro que la muerte no puede reducirse a ausencia, toda vez que la ausencia es constitutiva de la vida del otro. De allí que entendida como mera ausencia, la muerte del otro nos resulte increíble. Esto no quiere decir que haya que negar la muerte, dura, árida, tremenda, sino que la entendemos mal si la entendemos desde la ausencia. Ausencia quiere decir la vida del otro, irreductible por eso a su muerte. Claro que toda ausencia quisiera verse compensada por la presencia, que la muerte ahora hace imposible, pero la muerte mata la presencia del otro, no mi expectativa de que la ausencia se vea compensada por su presencia. Es en este sentido que el otro sigue vivo conmigo, sigue viviendo conmigo, y que la muerte del otro, querido, amado, toma un halo de irrealidad.

Ricoeur y las humanidades

9 Jan

Sin ser un experto en el pensamiento de Ricoeur, me parece que la conferencia que se organiza en la Universidad de Groningen aborda una cuestión fundamental. Aquí está el vínculo:

http://ricoeur.com/the-future-of-the-humanities/#.UOzFd6x11ME

Como lo explica la motivación del encuentro, Ricoeur hizo mucho por develar los mecanismos de producción del sentido en el texto escrito y a partir de ahí articuló su comprensión de las humanidades en una perspectiva hermenéutica y fenomenológica. Sin embargo, la irrupción de Internet –esa faz que ya ha tomado el siglo XXI, por la que se diferencia nítidamente del siglo XX– ha producido un cambio radical en los mecanismos de producción del sentido, que ya no discurren de un modo central por el texto escrito sino que han ido adoptando múltiples y variables formas y materiales. ¿Qué retos plantea, entonces, esta nueva configuración de la producción técnica y artística ya no sólo a la tarea de la hermenéutica y de la fenomeneología sino a su propia constitución? En efecto, desde tiempos antiguos la hermenéutica, con diversas alternativas, ha tenido que ver con el texto escrito, sea éste el texto fundacional literario o religioso, el texto jurídico, el mismo texto filosófico. En este espacio, las diversas propuestas hermenéuticas del siglo XX tomaron el texto escrito como guía para el estudio de la producción, comprensión y aplicación del sentido. Empero, en una cultura no sólo plural, sino también abierta, ya no cabe restringir al mero dominio de la palabra escrita la cuestión del sentido. En estas nuevas condiciones, ¿qué significa interpretar? ¿Qué nuevas determinaciones toma ahora ya no sólo la producción del sentido sino el sentido mismo? Y las disciplinas humanísticas, guardianas ancestrales de los textos fundacionales o axiales de una sociedad, ¿qué lugar ocuparán en esta nueva distribución de los saberes? Estas preguntas pueden multiplicarse indefinidamente, pues el reto que las nuevas formaciones culturales plantean a los antiguos modos de saber afecta los fundamentos mismos de una civilización. Ricoeur es una figura muy propicia para abordar estas cuestiones, pues el pensador francés supo moverse como nadie entre las distintas formas de los saberes y producir una mutua fertilización de estas comunicaciones cruzadas. En todo caso, ahí queda planteado el reto.

Por mi parte, yo no soy tan apocalíptico en lo que tiene que ver con con una presunta precariedad de la palabra escrita, mucho menos con su ocaso. Por supuesto, como lo atestigua este escrito, con Internet la palabra escrita se ha vuelto universal y fugaz, como nunca lo fue “el libro de texto”, que siempre fue muy particular –quien se lo podía permitir– y, claro, muy permanente –como lo atestiguan las bibliotecas desbordantes de libros–. Sí, pero este nuevo medio sólo testimonia mejor el poder de la palabra escrita. De pronto se ve que la asociación entre palabra escrita y libro es sólo un accidente histórico, propio de una tecnología particular, pero que el medio del libro es prescindible hasta cierto punto –sin que vaya a quedar suprimido–, mientras que la palabra escrita guarda en su seno algo esencial, con independencia del medio tecnológico. Quiero apostarle a esta tesis, viviente desde la primera luz de la civilización occidental, pero aquí no puedo extenderme más en su dilucidación. Quizás en el plazo de un año tenga ya los primeros resultados de una obra donde expongo esta situación.

El perdón y la justicia

6 Jan

Me baso en la expresión de Guillermo Hoyos de “el perdón de lo imperdonable”, que él toma de Jacques Derrida, para plantear algunas reflexiones actuales y otras antiguas.

En primer lugar, el vínculo al artículo de Guillermo Hoyos:

http://www.eltiempo.com/justicia/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12327159.html

Esta semana se publicó en The New York Times una historia sobre el lugar del perdón en un proceso por homicidio en el estado de la Florida:

El joven de 19 años mató a su novia de la misma edad en circunstancias confusas en medio de una relación inmadura y posesiva. La pena esperada en la Florida para estos casos es entre cadena perpetua y pena capital. Hay que aclarar que en este estado el fiscal tiene una amplia capacidad para proponer la sentencia final. Después de los procesos de perdón y reparación, se llegó al acuerdo de una sentencia de veinte años. Hubo voces de protesta por lo bajo de la pena para un crimen capital, pero tanto la víctima y sus familiares como los padres de la joven asesinada –las hermanas mayores rehusaron participar en el proceso– estuvieron conformes con la pena dictada. No se trataba, explicaron los padres de la muchacha, de que el homicida pasara toda la vida en prisión. Pero, ojo, en Estados Unidos una pena baja para un delito pasional, no un crimen de lesa humanidad, es de veinte años.

Volviendo al caso colombiano, sí, yo creo que una sociedad no puede reconstituirse de sus hondas heridas si no pasa por el perdón y si el perdón no encuentra un lugar en los procesos judiciales. Pero, primero, el perdón no puede imponérsele como obligación moral a los familiares de las víctimas, ellos mismos víctimas. Hay que “ambientarlo”, crear condiciones para el perdón, pero por su misma naturaleza, el perdón no puede imponerse. ¿Y si alguien no puede perdonar? Si alguien no puede perdonar, la justicia debe actuar como siempre, como está previsto. Me parece que en el caso colombiano la vía del perdón no se ha ofrecido como alternativa para las víctimas sino como política de Estado, al cual las víctimas deben terminar por acogerse. Este perdón “impuesto” por la Ley es un remedo de perdón.

En segundo lugar, el perdón no puede confundirse con la impunidad. En otras palabras, incluso si las víctimas optaran por la libertad inmediata y sin restricciones del agresor, el Estado mantiene la obligación de aplicar la justicia de modo tal que el agresor reciba una pena proporcional al delito, una vez se ha descontado el efecto del perdón. El perdón es un componente más de la administración de justicia, pero no su sucedáneo, pues en delitos gravísimos y de lesa humanidad las víctimas, aparte de los agredidos, no son sólo los familiares sino la sociedad entera, que en su conjunto y de modo abstracto se rige por leyes, no por actitudes morales.

En tercer lugar, el proceso del perdón debe ser real y verdadero. Salvo los santos, y quién sabe, el perdón no puede ofrecerse como se ofrece un tinto, ni el arrepentimiento darse como se dan los buenos días. Se trata de procesos complejos, preparados, estructurados, participativos, altamente emotivos, libres, respetuosos, completos, veraces, en los que el arrepentimiento es concomitante del perdón. El Estado debe ser también garante del perdón y del arrepentimiento.

Volviendo al tema del perdón de lo imperdonable, manifiesto mi desacuerdo con dicha expresión, que quiere provocar una reacción de choque en el entendimiento y quizás en el sentimiento. ¿Existe lo imperdonable? Sí, sin duda, si alguien es inacapaz de perdonar una ofensa irreparable, pues existe lo imperdonable. ¿Está obligado ese alguien a perdonar? No, no lo está. El perdón nunca puede imponerse como obligación. ¿Qué hacer, entonces, cuando no puede ofrecerse el perdón? Aplicar la justicia. ¿Qué le añade, entonces, el perdón a la justicia? A la sociedad, el perdón le ofrece una cierta garantía de que el agresor no reincidirá en acciones de ese tipo, pues hasta donde puede constatarse, su arrepentimiento es verdadero. ¿Y al ofendido? Al ofendido, a la víctima, la libera del peso del acto delictivo; es decir, puede volver sobre sí mismo o sobre sus seres queridos sin tener siempre que pensarse o pensarlos como objeto de un crimen. Puede recuperarse como persona y recuperarlos como personas.

En una sociedad como la colombiana, se dirá, el perdón tiene que operar en una dimensión macro, pues son tantos los delitos, las ofensas, las víctimas, que sin el recurso al perdón la sociedad simplemente no podrá recomponerse. El punto es debatible, pero digo sólo dos cosas. En primer lugar, sin arrepentimiento concomitante, es imposible el perdón, el perdón real, verdadero, no meramente el olvido de quien no quiere ya saber más nada del agresor de su persona o de sus seres queridos. Me pregunto si en la situación colombiana actual los agresores han mostrado verdaderos gestos de arrepentimiento. Me temo que el perdón elevado a política de Estado hace que los agresores simplemente se acojan a este derecho. En segundo lugar, insisto en que el perdón debe ser parte del aparato de justicia, no la renuncia a él. No es: “renuncio a la justicia, por el perdón”, sino: “como parte de la justicia, hay perdón”, pero siempre tiene que haber justicia. Sin justicia simplemente una sociedad no es viable.

De la Antigüedad griega: en la Ilíada Aquiles logra finalmente perdonar al homicida de su gran amigo Patroclo, representado ahora en su padre, Príamo, una vez que Aquiles ha matado a Héctor, y Príamo, a su vez, logra perdonar al homicida de su hijo, Héctor. Cada uno, Aquiles y Príamo ve al otro, en cierto sentido, a la vez como enemigo y como padre o hijo, respectivamente. El ambiente es muy emotivo y dicha emotividad es parte de la resolución moral del conflicto y de los compromisoso normativos que se siguen de ahí. He trabajado más el asunto en el texto “Kosmos y polis en el Escudo de Aquiles”:

https://sites.google.com/site/alfonsoflorezflorez/trabajosenl%C3%ADnea

 

Guillermo Hoyos

5 Jan

Guillermo Hoyos tuvo muchas vidas. La de jesuita, la de experto en Husserl y en fenomenología, la de profesor en la Javeriana, la de experto en Kant, la de filósofo habermasiano de la acción comunicativa, la de profesor en la Nacional, la de profesor en los Andes, la de intelectual hispanoamericano, la de funcionario universitario, la de funcionario estatal, la de director de Pensar, la de profesor en la Javeriana, la de director de Bioética. Las que recuerdo y que conocí de alguna manera.

Siendo yo estudiante de filosofía, me atreví a escribir alguna cosita sobre Husserl. Era sobre Lógica formal y lógica trascendental, uno de los libros de Husserl favoritos de Guillermo Hoyos, aunque yo no lo sabía. Por intermedio de mi profesora Magdalena Holguín, el trabajito le llegó a Guillermo Hoyos, que avaló su publicación en la revista de estudiantes de filosofía en la Javeriana, Notas de filosofía. Al año siguiente, 1983, y con el diploma de pregrado todavía bajo el brazo, tuve ocasión de ir a Cali a un Foro Nacional de Filosofía. Mi plan era ir a Cali y, con alguna antelación, pasar a Medellín, donde tenía buenos amigos. Era víspera de Semana Santa, lo recuerdo porque después, estando en Medellín, mi compañero de estudios en la Javeriana, David Mejía, en cuya casa me quedaba, nos despertó con grandes gritos anunciándonos el terremoto de Popayán. Creo que eso fue el Jueves Santo de aquel año. Como sea, mi plan era escaparme del último día del Foro. Guillermo Hoyos tenía la conferencia si no de clausura, sí tal vez al final del Foro. En esa época él hablaba todavía mucho de Husserl. Su conferencia de aquel día era, precisamente, sobre la lógica trascendental de Husserl. ¡Qué pena no poder escuchar al profesor Hoyos! Yo ya tenía mi plan armado. ¡Pues, no! En algún cruce que tuvimos, me dijo que me esperaba en su conferencia. Que con quién más iba a hablar de la lógica de Husserl, toda vez que no es un tema corriente, sino técnico, que en esos días no mucha gente manejaba. Yo no lo manejaba, pero Guillermo Hoyos tenía la referencia de mi artículo, por lo que me convocó a su conferencia. ¿Qué hacer? Cambiar de planes y estar allá, en aquel auditorio de la Universidad del Valle, entre las primeras filas, muy, muy atento a la exposición de Guillermo Hoyos. Al final de su exposición tuve que idear alguna pregunta o preguntas, pues ese era todo el punto tanto de su invitación como de mi presencia allí. Él aprovechó el cabo que yo le di para ahondar sus reflexiones, siempre magistrales, por supuesto.

Diez años después, tras la muerte de su hermano, el P. Jaime Hoyos, la Facultad de Filosofía de la Javeriana organizó un evento académico en memoria del maestro fallecido. Allí, por supuesto, estaba su hermano, el reconocido filósofo Guillermo Hoyos. Yo tuve una pequeña exposición en memoria del P. Jaime, que titulé “Metafísica actual”, jugando un poco con el sentido de la palabra ‘actual’, entre Aristóteles, es decir, como metafísica que se hace en realidad y no se queda como algo potencial, y la actualidad de los acontecimientos, puesto que el P. Jaime era un ferviente partidario de la relevancia de la filosofía para la vida ordinaria. Al terminar mi lectura, Guillermo Hoyos se me acercó y me felicitó, me dijo que muy bien, que con mi trabajo había captado el sentir filosófico de su hermano.

Doce años despues, en mi condición de Decano Académico de la Facultad de Filosofía en la Universidad Javeriana, presenté una solicitud formal a las autoridades de la Universidad y de la Provincia de Colombia para que se le permitiera al profesor Guillermo Hoyos retomar su condición de profesor de la Facultad de Filosofía, asunto que tenía sus inconvenientes canónicos, dada la condición de exjesuita del profesor. La petición se aprobó y tuve el privilegio de recibir a Guillermo Hoyos como profesor de la Facultad de Filosofía, en la segunda ocasión en que él ejerció el profesorado en esa institución –habiendo sido la primera, claro, cuando era aún jesuita, recién llegado de Alemania–. Guillermo Hoyos ya nunca abandonaría esta condición de profesor de de la Facultad de Filosofía de la Universidad Javeriana. Cuando terminó mi periodo en la Decanatura me regaló una copia de su recientemente vuelto a editar, y clásico de la filosofía colombiana, “Los intereses de la vida cotidiana y las ciencias (Kant, Husserl, Habermas)”, con la siguiente dedicatoria en su hermosa letra de humanista: “Muy apreciado Alfonso: Con mis agradecimientos por tu gestión como Decano, Guillermo Hoyos 5 julio 2011”.

Debo recordar también que durante una visita del profesor español Miguel García-Baró, quizás el mayor experto en lengua española en la fenomenología de Husserl, visita que debió de ser en el año 2008 o 2009, organizamos con el profesor Fernando Cardona un “conversatorio” sobre fenomenología entre Miguel y Guillermo. Los pocos asistentes al encuentro disfrutamos, entonces, de un exquisito postre fenomenológico, como muy pocos habrán tenido ocasión de experimentar. El nivel de reflexión de estos dos titanes, la claridad de sus ideas, la cercanía de su presencia, hizo que renováramos nuestra admiración por ellos, especialmente por Guillermo, cuyo compromiso con la filosofía moral y política no le había disminuido un ápice su distinción fenomenológica. ¡Qué maestro!

Recibí una llamada suya a comienzos del pasado mes de noviembre, tras el regreso de su último viaje, a México, y ya internado en el hospital, para disculparse por no poder asistir a un homenaje que con motivo de sus ochenta años se les rendía a los profesores P. Fabio Ramírez, S.J. y Manuel Domínguez, ambos exDecanos de la Facultad de Filosofía. Yo atendí su llamada y me comprometí, como efectivamente lo hice, a transmitirles sus parabienes a los homenajeados. Supongo que ya en esos momentos Guillermo tuvo algún lapso en la atención, y pensó que yo era aún el Decano. Sea como sea, me honró con ese último gesto de confianza, muy característico de él, que sobre todo, y a pesar de todos los signos mundanos en contrario, mantuvo siempre una inmensa e inquebrantable confianza en el ser humano, como me lo testimonió durante treinta años de encuentros discontinuos. Ése es el legado que me dejó la vida de Guillermo Hoyos.

Mis páginas

2 Jan

Hoy en día hay tantas posibilidades de comunicación, que uno solo también se desborda. No sé si amerite que un simple profesor de filosofía maneje tantos espacios digitales.

Facebook:  http://www.facebook.com/alfonso.florez.92

Twitter:  https://twitter.com/AlfonsoFlorezF

Página en Google:  https://sites.google.com/site/alfonsoflorezflorez/home

Blog en WordPress:  https://alflorez.wordpress.com/2013/01/01/bienvenidos-a-este-blog-sobre-filosofia-entre-platon-y-agustin/

Página antigua en Javeriana (ahora inactiva, pero aún accesible):

http://www.javeriana.edu.co/Facultades/Filosofia/aflorez/Florez1.html

Se dirá que cada espacio cumple una función diferente y llega a distintas personas: Facebook, mensajes personales para los amigos y conocidos; Twitter, mensajes breves para un público abierto; Blog, mensajes estructurados para un público positivamente interesado en el tema; Página, una especie de repositorio académico.

Sí, espacios, funciones y públicos distintos. Vamos a ver qué nos trae este 2013 en este respecto. La ventaja es que así como se crea, así también puede cerrarse un espacio de estos. Lo que no debe pasar, en mi opinión, es mantener abierto un sitio inactivo.

Cursos del semestre 2013-1

1 Jan

Este semestre estaré en las grandes ligas, pues iré con dos seminarios con temas de primera categoría, uno sobre la República de Platón y otro sobre las Confesiones de Agustín. Adicionalmente, estoy pendiente de si se dicta el curso de educación continua sobre Tragedia griega y filosofía, homólogo del que dicté en el 2012 sobre Homero y la filosofía. Las condiciones de estos cursos son las siguientes:

Tragedia griega y filosofía: lunes, 6,00 a 9,00 p.m.; durante todo el año 2013; para el público en general.

Seminario Platón, República: martes, 6,15 a 9,00 p.m., durante el primer semestre de 2013; para la Maestría y el Doctorado en Filosofía.

Seminario Agustín, Confesiones: miércoles, 3,15 a 6,00 p.m., durante el primer semestre de 2013; para la Carrera de Filosofía.

No sobra indicar que me desempeño en la Facultad de Filosofía de la Universidad Javeriana, en Bogotá.