Archive | February, 2013

Benedicto XVI

11 Feb

La sorpresiva renuncia de Benedicto XVI al oficio del papado me ha llevado a cavilar un par de cuestiones. En primer lugar, recordando que Benedicto XVI nació en 1927, mientras que Juan Pablo II había nacido en 1920, es fácil ver que los siete de años de diferencia de edad entre los dos pontífices se corresponden con los siete años durante los cuales Benedicto XVI ejerció el ministerio petrino (digo “ejerció” porque en este momento, aunque la vigencia de la renuncia esté en el futuro, más exactamente el 28 de febrero de 2013 a las 8,00 p.m. hora de Roma, como la renuncia ya se anunció, se trata de un hecho irreversible). Elegido a la sombra del gran pontífice que fue Juan Pablo II, a la edad avanzada de 78 años, Benedicto XVI quiere vincularse de este modo a su ilustre predecesor, sin pretender ser más que él. “Bástele al discípulo ser como su maestro”, como dice el Evangelio. En ciero sentido, quien bajo Juan Pablo II ocupara durante dos décadas la prefectura de la Sagrada Congregación de la Fe, nos da a entender con este gesto que su pontificado viene a ser como el diamante de la corona del pontificado joanino-paulino. ¡Y en verdad lo hizo bien! Teólogo de primer orden, promulgó tres encíclicas de fuerte orientación trinitaria, en las que es indiscutible la relevancia que quiere otorgarle al amor cristiano, la caritas. Ya concluyó la publicación de su bien recibido Jesús de Nazareth, en tres pequeños volúmenes, donde logra aunar la voz del pastor universal con la del teólogo académico, singular logro de sencillez y de erudición. Habiendo sido tan cercano a Juan Pablo II, pudo ver la indignidad de los últimos días del papa viajero, llevado de sus estancias al hospital y de nuevo a sus estancias, triste final para la persona más vista de la historia de la humanidad. Al ahorrarle a la Iglesia los meses dolorosos de su decaimiento final, con las inevitables intrigas que ello conlleva, Benedicto XVI nos da una lección final de humildad. Quien fuera un brillante, pero a fin de cuentas mero teólogo y Herr Professor, fue conducido a las oficinas vaticanas, como uno más de tantos otros cardenales de la administración eclesiástica, y cuando a los 75 años, como es de ley, solicitó su retiro, su antecesor se lo negó, para poco después acceder a la mayor responsabilidad de su vida a la avanzada edad de 78 años. Sin hacer de esta dignidad un botín, como dice el himno cristológico de la Carta a los Filipenses, logra ahora, ¡por fin!, acceder a su retiro, toda vez que como papa su decisión no depende de nadie más que de él mismo. El 28 de febrero a las ocho de la noche, habiéndose despojado de sus ornamentos pontificios, mas no de su dignidad papal, el anciano teólogo y obispo Joseph Ratzinger se recluirá en un monasterio de clausura adscrito al Vaticano, desde donde dedicará sus últimos días a continuar sirviéndole a la Iglesia vita orationi, en una vida de oración. Supongo que seguirá escribiendo, pero no creo de ningún modo que autorice ninguna nueva publicación bajo su nombre, lo que en cierto sentido sería una violación de la clausura, además de un incómodo aletear en el oído de su sucesor. Por supuesto, ya no lo veremos más, y quien hasta ahora ha sido una de las figuras públicas de mayor exposición mediática, no entrará en contacto más que con un puñado de personas, entre ellas el nuevo papa, que lo visitará para dispensarle su bendición apostólica.

La Declaratio en latín de Benedicto XVI:

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2013/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20130211_declaratio_lt.html

Addendum (porque el pensamiento adviene a pasos discretos):

He hecho unas pequeñas cuentas según las cuales el 28 de febrero, día en que quedará vacante la sede papal, es el día dieciséis contado a partir del próximo miércoles 13 de febrero, Miércoles de Ceniza e inicio de la Cuaresma –recuérdese que en latín los plazos temporales se cuentan en números ordinales–. Es como si Benedicto XVI hubiese querido que su nombre quedase abarcado dentro de la Cuaresma, tiempo de penitencia y de sacrificios para el cristiano y también para la Iglesia. Benedicto XVI ofrece su dignidad como máxima penitencia del período de la Cuaresma. Pero, a la vez, hay tiempo suficiente para que el nuevo papa asuma el oficio justamente para la Semana Santa y, lo más importante, para el Domingo de Resurrección. Para la Iglesia, postrada por los pecados del mundo y por los suyos propios, alumbra un nuevo día, apacentada por el pastor universal en el espíritu de Cristo resucitado.