De Francisco Jalics a Francisco

16 Mar

Los hechos ocurrieron en 1976, pocos meses después del golpe de estado en la Argentina. Dos sacerdotes jesuitas, el argentino Orlando Yorio y el húngaro-alemán Francisco Jalics, hacían trabajo popular en uno de los barrios marginales del gran Buenos Aires. Los militares iban tras cualquiera que fuese guerrillero o simpatizante, amigo, ideólogo o trabajador de causas populares. Para ellos todos eran iguales. Los hechos son confusos. Parece que algún conocido de los dos sacerdotes era efectivamente guerrillero, encubierto, sin aparentemente ellos estar apercibidos de ello. El hombre fue capturado y víctima posterior de desaparición forzada. Poco después los dos sacerdotes fueron interrogados preventivamante y puestos en libertad. En algún momento en este proceso, los dos sacerdotes junto con otros compañeros solicitaron y recibieron la dimisión de la orden jesuita, decisión que tomó el Provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, P. Jorge Bergoglio. Pasados unos días, los dos sacerdotes fueron nuevamente capturados por fuerzas de seguridad del Estado. Vendados y atados, vejados y sometidos a tortura, estuvieron desaparecidos durante cinco meses, al cabo de los cuales un helicóptero militar los dejó en un paraje apartado, semidesnudos y drogados. Los dos se quejaron del trato recibido por las autoridades eclesiásticas, acusando Yorio específicamente a Bergoglio, cuya actuación los puso en situación de indefensión frente a las fuerzas de seguridad.

El General de la Compañía de Jesús, P. Pedro Arrupe, inició la indagación respectiva, recibiendo de Bergoglio la respuesta de que Yorio y Jalics ya no eran miembron de la orden. Jalics viajó a Estados Unidos y luego regresó a Alemania, mientras que Yorio permaneció primero en la Argentina y luego, con ayuda de Bergoglio, viajó a Italia. Tanto Arrupe, como su sucesor, P. Peter-Hans Kolvenbach, les ofrecieron a los dos sacerdotes ser readmitidos en la Compañía, pero Yorio puso como condición tener acceso al archivo de su caso en la Curia General en Roma. Kolvenbach le manifestó que ello era imposible, con lo que Yorio simplemente quedó fuera de la orden, aunque nunca abandonó el sacerdocio. Tras un tiempo de estudios en Roma, volvió a la Argentina, donde muchos lo atacaron por su defensa de los más débiles, debiendo buscar refugio en Uruguay en sus últimos años. Falleció repentinamente en el año 2000, sin haber cedido nunca en sus señalamientos a Bergoglio, a quien llegó a acusar no sólo de omisión o de decisiones imprudentes sino incluso de haberlos denunciado a él y a Jalics ante las fuerzas de seguridad. Terminada la dictadura, la justicia argentina abrió varias causas en relación con la responsabilidad de Bergoglio, que nunca pasaron de la fase preliminar, al no haber pruebas ni testigos para proseguir la investigación.

Jalics, por su parte, aceptó el ofrecimiento de Kolvenbach y se reintegró plenamente a la Compañía, se radicó en la franconia bávara y llegó a ser un destacado escritor de temas de espiritualidad y director de ejercicios espirituales. En su libro Ejercicios de contemplación, Cap. 5 (Sígueme, Salamanca 1998; edición original: Kontemplative Exerzitien, 1996)  señaló que en medio de la experiencia del secuestro se había hecho consciente de su estado interior en comunión con la persona de Jesucristo, indicando que su posterior camino de espiritualidad había estado muy marcado por ese triste acontecimiento. En su página oficial, empero, no aparece ninguna referencia ni al hecho mismo ni a la enseñanza que aparentemente derivó de él. Años después, invitado por el arzobispo Bergoglio, Jalics viajó a Buenos Aires, donde se encontró con Bergoglio, concelebraron una misa pública, hablaron de lo acontecido y se dieron un abrazo fraterno. Dos días después de la elección del papa Francisco, y ante la presión de los medios, el P. Jalics, “que está de vacaciones fuera del país y no está disponible para entrevistas”, emitió un comunicado público, seco y austero, donde hace una recapitulación de los hechos, ni inculpa ni exculpa a Bergoglio, señala que no puede tomar ninguna posición en relación con el papel que el P. Bergoglio cumplió en esos acontecimientos (Ich kann keine Stellung zur Rolle von P. Bergoglio in diesen Vorgängen nehmen), recuerda el encuentro que tuvieron y concluye que está reconciliado en relación con hechos del pasado y que, por su parte, el asunto ya se halla cerrado y concluido (Ich bin mit den Geschehnissen versöhnt und betrachte sie meinerseits als abgeschlossen). Le desea al papa Francisco las bendiciones del Señor en el desempeño de su cargo (Ich wünsche Papst Franziskus Gottes reichen Segen für sein Amt).

Cuando en el cónclave del año 2005 el nombre de Bergoglio sonó como papabile, estos hechos fueron de conocimiento público, y poco después el cardenal publicó un libro-entrevista –él que huye de los medios de comunicación–, realizado por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, El jesuita (Ed. Vergara, Buenos Aires 2010), donde rechazaba estas acusaciones y daba pruebas y datos de sus actuaciones durante la dictadura argentina, habiendo alojado en el Colegio Máximo a distintas personas que estaban en riesgo e incluso habiéndole facilitado su identificación a un hombre con el que tenía cierto parecido, que gracias a ello pudo escapar al Brasil. Sobre su relación con la salida de la orden de Yorio y de Jalics, dice lo siguiente:

“— ¿Cuál fue su desempeño en torno al secuestro de los sacerdotes Yorio y Jalics?

— Para responder, tengo que contar que ellos estaban pergeñando una congregación religiosa, y le entregaron el primer borrador de las reglas a los monseñores Pironio, Zazpe y Serra. Conservo la copia que me dieron. El superior general de los jesuitas, quien por entonces era el padre Arrupe, dijo que eligieran entre la comunidad en que vivían y la Compañía de Jesús y ordenó que cambiaran de comunidad. Como ellos persistieron en su proyecto, y se disolvió el grupo, pidieron la salida de la Compañía. Fue un largo proceso interno que duró un año y pico. No una decisión expeditiva mía. Cuando se le acepta la dimisión a Yorio (también al padre Luis Dourrón, que se desempeñaba junto con ellos) –con Jalics no era posible hacerlo, porque tenía hecha la profesión solemne y solamente el Sumo Pontífice puede hacer lugar a la solicitud–, corría marzo de 1976, más exactamente, era el día 19. O sea, faltaban cinco días para el derrocamiento del gobierno de Isabel Perón. Ante los rumores de la inminencia de un golpe, les dije que tuvieran mucho cuidado. Recuerdo que les ofrecí, por si llegaba a ser conveniente para su seguridad, que vinieran a vivir a la casa provincial de la Compañía.

— ¿Ellos corrían peligro simplemente porque se desempeñaban en una villa de emergencia?

— Efectivamente. Vivían en el llamado barrio Rivadavia del Bajo Flores. Nunca creí que estuvieran involucrados en “actividades subversivas” como sostenían sus perseguidores, y realmente no lo estaban. Pero, por su relación con algunos curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia de caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalics fueron secuestrados durante un rastrillaje. Dourrón se salvó porque, cuando se produjo el operativo, estaba recorriendo la villa en bicicleta y, al ver todo el movimiento, abandonó el lugar por la calle Varela. Afortunadamente, tiempo después fueron liberados, primero porque no pudieron acusarlos de nada, y segundo, porque nos movimos como locos. Esa misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme. Cuando dije que estuve dos veces con Videla y dos con Massera fue por el secuestro de ellos.

— Según la denuncia, Yorio y Jalics consideraban que usted también los tachaba de subversivos, o poco menos, y ejercía una actitud persecutoria hacia ellos por su condición de progresistas.

-— No quiero ceder a los que me quieren meter en un conventillo. Acabo de exponer, con toda sinceridad, cuál era mi visión sobre el desempeño de esos sacerdotes y la actitud que asumí tras su secuestro. Jalics, cuando viene a Buenos Aires, me visita. Una vez, incluso, concelebramos la misa. Viene a dar cursos con mi permiso. En una oportunidad, la Santa Sede le ofreció aceptar su dimisión, pero resolvió seguir dentro de la Compañía de Jesús. Repito: no los eché de la congregación, ni quería que quedaran desprotegidos.

— Además, la denuncia dice que tres años después, cuando Jalics residía en Alemania y en la Argentina todavía había una dictadura, le pidió que intercediera ante la Cancillería para que le renovaran el pasaporte sin tener que venir al país, pero que usted, si bien hizo el trámite, aconsejó a los funcionarios de la Secretaría de Culto del Ministerio de Relaciones Exteriores que no hicieran lugar a la solicitud por los antecedentes subversivos del sacerdote…

— No es exacto. Es verdad, sí, que Jalics –que había nacido en Hungría, pero era ciudadano argentino con pasaporte argentino– me escribió siendo yo todavía provincial para pedirme la gestión pues tenía temor fundado de venir a la Argentina y ser detenido de nuevo. Yo, entonces, escribí una carta a las autoridades con la petición –pero sin consignar la verdadera razón, sino aduciendo que el viaje era muy costoso– para lograr que se instruya a la Embajada en Bonn. La entregué en mano y el funcionario, que la recibió, me preguntó cómo fueron las circunstancias que precipitaron la salida de Jalics. “A él y a su compañero los acusaron de guerrilleros y no tenían nada que ver”, le respondí. “Bueno, déjeme la carta, que después le le van a contestar”, fueron sus palabras.

— Cardenal, usted deslizó antes que durante la dictadura, escondió gente que estaba siendo perseguida. ¿Cómo fue aquello? ¿A cuántos protegió?

—En el colegio Máximo de la Compañía de Jesús, en San Miguel, en el Gran Buenos Aires, donde residía, escondí a unos cuantos. No recuerdo exactamente el número, pero fueron varios. Luego de la muerte de monseñor Enrique Angelelli (el obispo de La Rioja, que se caracterizó por su compromiso con los pobres), cobijé en el colegio Máximo a tres seminaristas de su diócesis que estudiaban teología. No estaban escondidos, pero sí cuidados, protegidos. Yendo a La Rioja para participar de un homenaje a Angelelli con motivo de cumplirse 30 años de su muerte, el obispo de Bariloche, Fernando Maletti, se encontró en el micro con uno de esos tres curas que está viviendo actualmente en Villa Eloísa, en la provincia de Santa Fe. Maletti no lo conocía, pero al ponerse a charlar, éste le contó que él y los otros dos sacerdotes veían en el colegio Máximo a personas que hacían “largos ejercicios espirituales de 20 días” y que, con el paso del tiempo, se dieron cuenta de que eso era una pantalla para esconder gente. Maletti después me lo contó, me dijo que no sabía toda esta historia y que habría que difundirla.

— Aparte de esconder gente, ¿hizo algunas otras cosas?

— Saqué del país, por Foz de Iguazú, a un joven que era bastante parecido a mí con mi cédula de identidad, vestido de sacerdote, con el clergiman y, de esa forma, pudo salvar su vida. Además, hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas. Llegué a ver dos veces al general (Jorge) Videla y al almirante (Emilio) Massera. En uno de mis intentos de conversar con Videla, me las arreglé para averiguar qué capellán militar le oficiaba la misa y lo convencí para que dijera que se había enfermado y me enviara a mí en su reemplazo. Recuerdo que oficié en la residencia del comandante en Jefe del Ejército ante toda la familia de Videla, un sábado a la tarde. Después, le pedí a Videla hablar con él, siempre en plan de averiguar el paradero de los curas detenidos. A lugares de detención no fui, salvo una vez que concurrí a una base aeronáutica, cercana a San Miguel, de la vecina localidad de José C. Paz, para averiguar sobre la suerte de un muchacho”.

Queda claro que en el mencionado libro el cardenal Bergoglio explica cómo se presentó en varias ocasiones ante los generales de la Junta Militar para averiguar por la suerte de distintos detenidos, entendiéndose que los dos sacerdotes quedaron en libertad gracias a esas gestiones. Es importante señalar, en todo caso, que los dos hombres no fueron arrojados al mar, destino que sufrieron miles de presos de la dictadura. En el libro antes mencionado, el P. Jalics señala que de los seis mil detenidos que pasaron por las instalaciones militares donde ellos estuvieron presos, sólo ellos dos se salvaron. Empero, en el libro-entrevista el cardenal no parece aclarar con más detalles los acontecimientos referentes a los sacerdotes Yorio y Jalics. No es descartable que en todo este asunto, aparte de su proverbial prudencia y reserva, Bergoglio esté atado por alguna otra promesa de guardar silencio, quizás incluso bajo el secreto de confesión. Así, Bergoglio habría preferido cargar con la cruz de malentendidos y rumores antes que traicionar la confianza que personas desesperadas pudieron depositar en él en esos momentos.

Es imposible pensar que algunas de las personas mejor informadas del planeta, los cardenales de la Iglesia Católica, tanto más, cuanto que se encontraban reunidos para nombrar al máximo jerarca de la Iglesia, obraran ayunas de estos acontecimientos de hace ya casi cuarenta años en los que se vio involucrado el cardenal Bergoglio. Con seguridad los cardenales conocieron esos hechos y con la misma seguridad los desestimaron. Pero, ¿y la opinión pública? Pasados los primeros momentos de euforia por el nuevo papa, latinoamericano, sencillo, jesuita, que ha querido con el nombre adoptado hacer suyo el apostolado del “tímido y dulce Francisco de Asís”, junto con el fuego arrasador evangelizador de Francisco Javier, que ha querido con el nombre adoptado reconciliar al papado consigo mismo, suprimiendo ya no la orden más importante de la Iglesia sino las diferencias que parecían irreconciliables entre franciscanos y jesuitas, encarnadas en el papa franciscano Clemente XIV y en el papa jesuita Francisco, pasados estos primeros momentos, se siente una callada, pero angustiosa inquietud en diferentes círculos eclesiásticos. Habiendo otros 114 cardenales, ¿era realmente necesario someter a la Iglesia a este escrutinio público del pastor universal? El joven Ratzinger que fue movilizado al final de la Segunda Guerra Mundial tenía como excusa o justificación la obligación de la conscripción, el estado de guerra, la juventud. ¿Qué tanto participó Ratzinger en acciones bélicas? No se sabe. Él mismo dio a entender que estuvo en entrenamiento militar y que anduvo de aquí para allá sin haber entrado nunca en combate. Bueno, sea así. Pero, ¿Bergoglio? En 1976 ya no era un muchacho sino un hombre de 39 años. A cargo de los jesuitas de todo un país. En situación de dictadura militar, además. ¿Pudo haber tomado malas decisiones? ¿Quizás hizo menos de lo que realmente habría podido hacer? Si la decisión de Bergoglio hubiera sido atinada, ¿por qué los dos Generales de la Compañía, Arrupe y Kolvenbach, le habrían hecho a Yorio el ofrecimiento de reincorporación? Es sabido que la orden jesuita no le pide a nadie que entre a sus filas. Al contrario, hay que pedirle con compromiso y hechos probados la admisión. Pero la decisión de los Generales también podría entenderse como un respaldo al provincial Bergoglio, que en una situación de extrema gravedad hubo de tomar decisiones difíciles. El papa Francisco es hoy superior del retirado P. Kolvenbach, único que quizás tenga claros todos los hilos del asunto.

¿Tiene que ser intachable la persona designada para asumir como papa? ¡Ojalá lo fuera siempre! Pero, ¿es ello posible? ¿Es siquiera deseable? ¿Quién podrá soportar íntegro el escrutinio no ya de los hombres sino de Dios mismo? Con su “reconciliación” con Clemente XIV, ¿no muestra el papa Francisco que la Iglesia es superior a los pobres hombres que la componen? Por lo demás, aquellos hechos con los que el P. Jalics desde hace años está reconciliado, ¿no le habrán servido también a Bergoglio para asumir de otro modo sus oficios como pastor? No es un dato de poca monta hacer notar que el P. Jalics fue director espiritual de Bergoglio durante dos años en su periodo de formación. Es decir, su sencillez, su humildad, su pobreza, ¿no derivarán también de enseñanzas que le dejaron sus propias actuaciones en aquellos días? Por cierto, las primeras admoniciones del papa Francisco van en la línea de la tranquilidad y el sosiego como herramientas fundamentales de la espiritualidad. Algo que el hesicasta P. Jalics miraría de buen grado. Por cierto, en sus primeras homilías el papa Francisco recuerda que la verdadera sabiduría se alcanza en la ancianidad y que por ello los ancianos deben estar atentos a los jóvenes. A sus 39 años, ¿era el P. Bergoglio todavía muy joven para asumir responsabilidades de mayores? ¿No recibió entonces el consejo que necesitaba? Por cierto, en su primer mensaje de Angelus, el papa Francisco enseña que el Señor no se cansa de perdonarnos, así nosotros nos cansemos de pedirle perdón. Como todas las intervenciones pontificias, ésta no es una mera declaración, es el cumplimiento de lo que dice: el papa Francisco le pide al Señor, ante su Iglesia, que le dé fuerzas para seguirle pidiendo perdón.

Sea de todo esto lo que sea, en la adopción de nombre del cardenal Bergoglio, recién elevado a la mayor dignidad, creemos discernir un significado oculto, más personal, quizás a modo de mea culpa, quizás como un modo de honrar a los antiguos compañeros, quizás como una forma de preservar un secreto que no puede revelarse. Cuando a la pregunta del cardenal decano de cómo quiere ser llamado el nuevo papa, el cardenal Bergoglio responde con Franciscus, parece realmente imposible que junto a la asociación con los grandes santos de la Iglesia del mismo nombre y junto al diferendo entre franciscanos y jesuitas, no hubiera pasado por su mente, como un relámpago de años expiados o secretos, aquella situación en que como un pobre hombre, como cualquier otro, quedó en deuda con su amigo y hermano, o como un hombre excepcionalmente grande, le salvó la vida, estoy hablando, claro, del único sobreviviente de esos días y meses de terror, desconfianza, confusión y secreto, del P. Francisco Jalics.

Valga mencionar una última coincidencia en este extraño juego de poder y pecado, de perdón y reconciliación. El provincial de los jesuitas en la Argentina, P. Jorge Bergoglio, firmó la dimisión de la orden del P. Orlando Yorio un 19 de marzo, mismo día de la misa de inicio del ministerio del papa jesuita Francisco … 37 años después.

Coincidencias o no, el 19 de marzo, el papa Francisco, se presenta como compendio de la relación del P. Jorge Bergoglio con los PP. Orlando Yorio y Francisco Jalics.

Un resumen de la historia:

http://www.huffingtonpost.com/2013/03/13/pope-francis-kidnapping_n_2870251.html

Las acusaciones más crudas del periodista argentino, no propiamente ecuánime, Horacio Verbitsky:

http://www.thedailybeast.com/articles/2013/03/15/pope-francis-s-dirty-war-dealings.html

Una presentación más mesurada (en alemán):

http://www.spiegel.de/panorama/gesellschaft/der-papst-und-die-junta-ich-habe-getan-was-ich-konnte-a-888990.html

Relato en la revista Der Spiegel, con el dato de la invitación a Buenos Aires de Bergoglio a Jalics:

http://www.spiegel.de/international/world/pope-francis-had-dubious-role-in-argentine-military-dictatorship-a-889061.html

Datos sobre el libro El jesuita:

http://lamula.pe/2013/03/14/bergoglio-y-su-rol-en-la-dictadura-segun-el-libro-el-jesuita/lamula

Francisco reconoce que tomó dicho nombre por el santo de Asís:

http://www.spiegel.de/panorama/gesellschaft/audienz-von-papst-franziskus-in-rom-a-889301.html

Sobre el P. Orlando Yorio:

http://www.chasque.net/umbrales/rev120/pag30.htm

Página oficial del P. Franz Jalics:

http://www.kontemplative-exerzitien.de/p__jalics___leben_und_werk.html

Declaración del P. Franz Jalics referente al papa Francisco:

http://www.jesuiten.org/aktuelles/details/article/erklarung-von-pater-franz-jalics-sj.html

Primeras imágenes conocidas del interrogatorio del cardenal Bergoglio sobre el secuestro de los PP. Yorio y Jalics ante la justicia argentina en noviembre de 2010:

http://www.newrepublic.com/article/112692/pope-francis-and-argentinas-dirty-war-video-testimony#

One Response to “De Francisco Jalics a Francisco”

  1. Thomas M. Sonntag April 4, 2013 at 6:54 pm #

    Sr. Flórez, me ha gustado mucho y le agradezco por su artículo sobre el nuevo Papa. Favor ver el email que le enviaré hoy día.

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